Muselmann |
Los supervivientes han sido peores no sólo en comparación con los mejores, aquellos cuyas virtudes les hacían menos adaptables, sino también con respecto a la masa anónima de los hundidos, aquellos cuya muerte no puede ser llamada muerte. Porque ésta es precisamente la específica aporía ética de Auschwitz: es el lugar en que no es decente seguir siendo decentes, en el que los que creyeron conservar dignidad y respeto de sí sienten vergüenza con respecto a los que la habían perdido de inmediato (Giorgio Agamben, 2005, p. 62).
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