Camp d'internament de Gurs (1941) |
Ningún principio orientador del comportamiento, tomado del terreno de la acción humana, tal como la virtud, el honor, el miedo, es necesario o puede ser útil para poner en marcha un cuerpo político que ya no utiliza el terror como medio de intimidación, sino cuya esencia es el terror. En su lugar ha introducido en los asuntos políticos un principio enteramente nuevo que hace caso omiso de la voluntad humana para la acción y apela a la ansiosa necesidad de alguna percepción de la ley del movimiento según la cual funciona el terror y de la cual, por eso, dependen todos los destinos privados.Los habitantes de un país totalitario son arrojados y se ven atrapados en el proceso de la naturaleza o de la historia con objeto de acelerar su movimiento; como tales, sólo pueden ser ejecutores o víctimas de su ley inherente. El proceso puede decidir que los que hoy eliminan a razas o a individuos, o a los miembros de las clases moribundas y de los pueblos decadentes, serán mañana los que deben ser sacrificados. Lo que la dominación totalitaria necesita para guiar el comportamiento de sus súbditos es una preparación que les haga igualmente aptos para el papel de ejecutor como para el papel de víctima. Esta doble preparación, sustitutivo de un principio de acción, es la ideología (Hannah Arendt, 2006, p. 627).
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